lunes, 5 de septiembre de 2011

De Cuello a cuello (8a Etapa)

Mientras que Xavi arregla la cámara pinchada de su bici, desde el interior de la tienda de campaña escucho que está hablando con un niño. Al poco rato ya son unos cuantos, y es que en Kirguistán sucede muy a menudo que no se está tan solo como uno se imagina, siempre hay un kirgui cerca vigilando su ganado. Así que esta vez habíamos acampado cerca de un campamento de pastores que al atardecer del día anterior no habíamos visto.

Aunque pequeños, estos niños tienen un dominio absoluto sobre el caballo. 

Los niños revolotean a nuestro alrededor mientras recogemos el campamento, uno de ellos no para de hablar a gritos llegando a ser mareante, cosa poco común por aquí pues hasta la fecha los que hemos conocido son bastante reservados y callados.


Cuando el número de niños de nuestro alrededor supera lo permitido para una cabeza medio adormilada, salimos disparados hasta la cima del cuello. Nos quedan poquitos metros de desnivel positivo antes de internarnos en un descenso vertiginoso de unos 1000m de desnivel por una pista pedregosa que no permite descansar los brazos ni despistarse en exceso.

Cuello con yurtas y monumento soviético.

Otros niños. Esta vez más calmaditos que los primeros. 

Tras el descenso comienzan una serie de cuellos mucho menores que el primero (como mucho se sube unos 400m de desnivel en el más alto), que configuran una jornada de lo más dura a la que se suma un viento de cara cada vez más fuerte. Quizá por el sol y el viento empieza a dolerme la cabeza y cada vez se me hace más costoso avanzar, así que para protegernos de estos dos elementos decidimos refugiarnos en un conducto de hormigón y así aprovechamos para descansar un poco. Hoy no es nuestro día, por lo que, para rematarlo, se me mete algo en el ojo izquierdo que me causa una pequeña herida y me produce una llorera imparable. Tras limpiarlo con abundante agua, el ojo sigue lloroso y cada vez más irritado, y el viento no deja de soplar por lo que se hace imposible seguir la jornada.

Decidimos acampar en una gravera en el último cuello antes del pueblo de Kaundy para ver si el ojo puede descansar un poco y mejora lo suficiente para poder afrontar la jornada del día siguiente.

 
Nuestro refugio del sol y viento en uno de los momentos críticos del viaje. 

1 comentario:

  1. Un pequeño mal día en el largo viaje...Seguro que esto os hizo más fuertes....

    Qué lástima esos "monumentos" soviéticos al lado de las yurtas...Le quita todo el encanto a la foto.

    Óscar

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